SIEMPRE HAY TIEMPO PARA HACER EL BIEN

Vivimos de prisa, en la era de la tecnología y tal parece que ésta nos ha rebasado: para muchos hoy importa más el nuevo modelo de smartphone y caminar como zombie en la calle que observar y saborear los instantes de los que está hecho el día a día.

Tu vida y la mía a veces transcurren de manera ordinaria y pareciera que, cada vez se tiene menos capacidad de asombro y no solo eso; cada vez hay más desesperanza y se huye de la paz y el silencio, por eso muchos elijen el bullicio.

Se suele ser efectivos en muchas actividades, pero la atención y la profundidad, cada vez son menores acabando por sacrificar a nombre de la rapidez, la calidad de lo que es el deber cotidiano. Vivimos en la era del fast food y de lo desechable. Ya no se tiene la paciencia del maestro relojero quien con calma y sin prisa, una a una, pule y coloca en el lugar adecuado cada una de las piezas para que la obra de sus manos perdure por largos años y cause satisfacción a quien la adquiere.

 

“Yo ya puse mi parte” dicen algunos: esto se llama Indolencia Mental. Y junto con la procrastinación son de los grandes y peores enemigos de la vida y de la responsabilidad compartida.

Giovanni Sartori, el mundialmente reconocido comunicólogo y ya fallecido, en su gran libro Homo Videns: La Sociedad Teledirigida, proféticamente advirtió que las personas pasan más horas frente a los dispositivos electrónicos que frente a las personas reales de carne y hueso. El tú y yo cada vez existe menos, dando lugar a sólo el YO. El observar a los ojos y el contacto físico con la otra persona se van deteriorando cada vez, y ya hasta hay quienes están atrofiándose emocional y socialmente por estar tan metidos en sí mismos.

… Pero, aunque una persona sea muy hábil para mantener 10 conversaciones virtuales a la vez, a final de cuenta se está solo frente a un teclado.

 

DURA REALIDAD

Vemos que hay personas, unas más y otras menos, interesadas en lo que sucede en el mundo, y puede que estén conscientes que los problemas no se resuelven solos y que la acción individual suele ser muy limitada. Nos damos cuenta entonces que para tener mejores resultados hay que trabajar en grupo, hacerlo en conjunto: en pocas palabras, contar con los demás y confiar en sus talentos individuales.

Así como nos damos cuenta que unidos tenemos la fuerza para hacer el bien, también existe la realidad de que hay gente que se une para hacer para hacer el mal. Y aquí la paradoja es que tienen talento para hacerlo ¡Sí, así como lo lees! Lo hacen muchas veces de maneras tan efectivas. Incluso, sabiendo que hacen el mal le dedican todas sus fuerzas y energías para lograr su objetivo. Le dedican todo su empeño, pero sobre todo le dedican algo muy importante: TIEMPO. ¿Para qué?, no únicamente para dañar y sabotear las buenas obras que los hijos de Dios hacen en bien del prójimo, en bien de la humanidad, sino para obstaculizar a Dios mismo y que no se realice Su Reino en la tierra, Reino al que clamamos en el Padre Nuestro, Reino al cual aspiramos y por el cual estamos luchando.

Este es un llamado urgente ante el cual muchos están sordos y pocos responden con generosidad.

 

¿EN QUÉ Y CÓMO OCUPAS TU TIEMPO?

Muchos me dirán: “bueno, es muy bonito lo que me estás diciendo, pero ¿qué crees? ¡No tengo tiempo! Normalmente esta respuesta es una evasión no sólo a la realidad, sino a la responsabilidad personal y social; es una excusa para hacer que otros hagan el trabajo que a nosotros nos toca, que es luchar decididamente dando la cara por la propia vida, por la fe, por el bien común, por la paz, por la protección de la familia, por la protección de la pureza en los noviazgos y la santidad del matrimonio… Y la lista de deberes y obstáculos es larga.

Supongamos que aquellos que dicen no tener tiempo realmente están muy ocupados. Ok, les creo; pero la pregunta es ¿en qué ocupan el tiempo? ¿Cuáles son las prioridades en las que se basan? Lamentablemente no es que no tengan tiempo, sino que no consideran importante invertirlo en luchar por la trascendencia de su propia vida, por sus metas e ideales. Por eso dicen que no tienen tiempo. Esta gente se queja de todo, no hace algo por el bien común, pero exige excelencia en los demás.

No hay que ser genios para darnos cuenta que el bien aportado a la humanidad solamente es realizado por un pequeño porcentaje -casi insignificante- de gente comprometida consigo misma y con los demás, haciendo la diferencia con pequeños actos cotidianos de bondad. Santa Teresa de Calcuta decía que, “lo que hacemos es una pequeña gota en el océano, pero si no lo hiciéramos, el océano tendría una gota menos”.

Las personas de éste pequeño porcentaje tienen rasgos comunes que los hacen verdaderos líderes en los ámbitos de la vida. Se trata de personas que están transformando a la sociedad con amor, entrega y paciencia, conduciéndola a ser la Civilización del Amor.

 

NO ERES ETERNO, ASÍ QUE PONTE EN CAMINO

El día tiene 24 horas, pero hay que tomarse la molestia y poner atención en cómo se invierten tiempo y energías. También sirve el tomar como buenas referencias a personas sanas interiormente para emprender el camino de comenzar a ejercitarse en la práctica diaria del bien.

Conviene hacerse una pregunta muy importante: ¿qué pides a Dios y a la vida? Pero también conviene ésta otra ¿Qué piden Dios y la vida de ti? Si realmente estás preparado y sabes las respuestas ¡entonces alégrate!; toma nuevas fuerzas, limpia tus lágrimas y levántate si has caído que hoy tienes dos valiosos tesoros llamados tiempo y oportunidad: no esperes al día de mañana, Dios te requiere hoy.

 

ESCUCHA A DIOS Y CONFÍA EN ÉL

Nos dice el Señor en Josué 1, 8-9: “Tú ten mucho ánimo y sé valiente para cumplir todo lo que te mandó mi siervo Moisés; no te desvíes ni a derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito en todas tus empresas. Que el libro de esa Ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner en práctica todas sus cláusulas; así prosperarán tus empresas y tendrás éxito. ¡Yo te lo mando! ¡ánimo, sé valiente! No te asustes ni te acobardes, que el Señor, tu Dios, estará contigo en todas tus empresas”.

 

TEN VIDA INTERIOR

Tenemos alma y espíritu, pero éstos deben ser orientados a Dios por medio de la vida interior que es la virtud de la amistad con Dios. Pero la vida interior se ejercita y se convierte en una disciplina. La vida interior es una gracia que Dios da, pero también es una inspiración natural del ser humano en medio de sus anhelos, pero también en medio de sus propias dificultades, de sus errores y pecados. Teniendo amistad con él, tendremos amistad con los demás, especialmente con quienes se nos dificulta relacionarnos, no para entenderlos, sino para aceptarlos y verlos como Dios los ve.

Con la vida interior exteriorizamos lo que hay dentro. Por eso cada día ofrece a Dios y a los demás lo mejor de tu vida y verás resultados extraordinarios.

 

TU VIDA TIENE SENTIDO

Nuestro querido San Juan Pablo II, en su libro Cruzando el Umbral de la Esperanza nos dijo que toda vida humana es valiosa a los ojos de Dios, pero que adquiere su sentido y pleno significado cuando se hace don gratuito para los demás. Entonces, ¿qué estás esperando tú? ¿Cuáles son tus metas? Si sientes que no sabes cómo hacerlo te recomiendo acercarte a personas maduras emocionalmente y maduras en la fe, que sean ricas en ternura, comprensión y cariño para que recorran contigo este gran trayecto llamado Vida.

Blaise Pascal decía que debemos imitar la bondad de Dios, no las maldades de los hombres.

En cada uno de nosotros hay un inmenso potencial de bien y de posibilidades creativas. Busca la Verdad, deléitate en la belleza y haz el bien: Dios te ayudará porque te ama.

 

NUESTRO JUICIO FINAL

Hagamos el siguiente ejercicio de imaginación: cuando nos presentemos delante de Dios y nos pida cuentas, pensemos en lo que llevarán nuestras manos: ¿estarán llenas de amor a Dios, de ayuda a los demás, de fe y de buenas obras, o estarán vacías? Es momento de decidir.

No sabemos cuándo nuestra vida llegará a su final. Pero mientras ese día llega, mejor debemos ocuparnos en hacer el bien, pero en hacerlo bien.

 

San Francisco de Asís, hacia el final de su vida dijo: “Sigamos adelante, que poco o nada hemos hecho”.

 

El momento más hermoso es HOY.

Todavía tenemos tiempo.

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