“Padre mío que estás en mi espacio privado”

Contaré dos historias que sucedieron en momentos, lugares y con personas diferentes, con el fin de reflexionar seriamente…

El funeral

En una funeraria que cuenta con capilla para realizar Misas y celebraciones para los difuntos, cierto día una familia necesitaba a un sacerdote que celebrara las exequias para su ser querido. El sacerdote no llegó y entonces la administración del lugar echó mano de un laico conocido por ellos. Le llamaron para que acudiera a hacer la celebración para difuntos y pasó más de una hora del tiempo programado inicialmente hasta que llegó. Comenzó la celebración con el acto penitencial, realizado fuera de las normas litúrgicas cuando el celebrante no es un sacerdote, además de larguísimo; luego, el Evangelio fue electo al azar por tal persona después de barajar el Misal cual mazo de naipes, llegando en su proclamación a cambiar las frases a placer y, por tanto, el sentido del mensaje evangélico; enseguida, la homilía fue más bien una predicación distorsionada de tipo emocional, que en lugar de confortar confundió a no pocos de los ahí presentes.

En fin, hubo demasiados abusos y excesos litúrgicos.

Paulo Coelho y el retiro de evangelización

No se confunda ni se emocione por favor. Claro está que sería demasiado bueno que este personaje recibiera a Cristo en su corazón en un retiro, jornada o congreso kerigmático, y anunciara pública y sinceramente su conversión al catolicismo como muchas personas famosas lo han hecho a últimas fechas. Pero -aquí está el “pero”- Paulo Coelho dice de sí mismo y de manera escueta que es católico de una “sociedad secreta” y nada más. Al respecto sólo queda señalar que dentro de la Iglesia no existen este tipo de sociedades, sino que puede haber asociaciones discretas de vida apostólica, así que no se sabe bien a bien a qué se refiere el famoso escritor a quien tanto recurren lamentablemente muchos buenos católicos.

El P. Modesto Lule Zavala, MSP (Misionero Servidor de la Palabra), comentó hace no mucho que durante un retiro de evangelización le tocó observar cómo una religiosa, durante la predicación del kerigma, en lugar de usar citas bíblicas usó citas de Paulo Coelho. Después de la participación de la religiosa, el P. Modesto habla con ella y la reprende por lo anterior, a lo que la hermana, indignada le responde que no tiene por qué meterse; total, ella si quería lo podía hacer.

Egocentrismo espiritual

En las dos historias mencionadas se puede observar que algunos católicos, en su afán de parecer innovadores, se olvidan de lo esencial, pues en lugar de hablar de Dios hablan de sí mismos usando a Dios como referencia, pretendiendo reemplazar lo original con cosas que se le parezcan pero que no son adecuadas y mucho menos buenas. El problema con Paulo Coelho no es que hable y escriba bonito, sino que dentro de su lenguaje bonito inocula sutilmente veneno tóxico que muchos sin advertir toman en pequeñas o grandes dosis, dependiendo el grado de admiración y dependencia (valga la redundancia) a los escritos y publicaciones de este autor, que se ha convertido en una especie de gurú de masas y lo citan para todo como el plus ultra y el último refresco del desierto.

El enemigo en casa

Para la New Age este tipo de cosas resulta un perfecto caldo de cultivo a corto, mediano y largo plazo; y sin duda alguna ha puesto su influencia e injerencia en algunos sectores, incluso dentro de la Iglesia a través de la propuesta de ciertos caminos espirituales y prácticas pastorales.

Juan Pablo II advirtió hace años a un grupo de obispos de Estados Unidos lo siguiente: “Las ideas de la Nueva Era a veces se abren camino en la predicación, la catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a influir incluso en los católicos practicantes que tal vez no son conscientes de la incompatibilidad de esas ideas con la fe de la Iglesia”.

El sacerdote Gonzalo Len, autor del libro New Age, el desafío de la editorial Stella Maris, señala: “Hay un punto importante a considerar, a la New Age se le conoce más por sus manifestaciones que por su propio nombre: el eneagrama, los niños índigo, los métodos para la expansión de la conciencia, para la relajación y la armonía, los alienígenas, las flores de Bach, etc. Su actualidad y desafío se ven más claramente cuando se comprende que la gran diversidad de manifestaciones tiene cierta unidad de fondo. La New Age no sólo es atractiva para los amantes de lo oculto y alternativo sino para muchos hombres y mujeres que quieren una respuesta que esté más allá de la que presenta una cultura secularizada”.

Los pontífices han llamado a la Nueva Evangelización: nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su expresión; pero no se puede reinterpretar el Evangelio para tener uno más cómodo y “light”, mucho menos con metodologías dudosas.

¿Decir “Amén” a todo?

¡Aguas!, la Nueva Era presenta a Cristo con imágenes de este tipo, obviamente sin cruz.

Comúnmente se ven en redes sociales cosas como las siguientes: “Si crees en el poder de Dios, responde amén y pásalo a tus contactos para que hoy reciban un milagro”… O bien: “Saludo al ser divino (al ser de luz, etc.) que hay en ti. Decrétalo en tu vida y en la de tus seres queridos y un milagro ocurrirá”. El caso es que muchos católicos, además de responder el tan solicitado “Amén”, lo publican en sus muros y lo comparten a más gente como si se tratara de oraciones con licencia eclesiástica y aprobadas por la Iglesia, o incluso mezclando estas pseudo-oraciones con imágenes sagradas de Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen María, o de plano con imágenes de hadas haciéndolas pasar por ángeles buenos.

Ante estas oraciones, aparentemente inocentes y efectivas, pregunto si se advierten los engaños contenidos. Si para alguna persona no es evidente el engaño, me permito ilustrar esta colaboración -para aclarar el punto- con las imágenes que aparecen en una página de Facebook llamada “Curaciones Milagrosas” la que, lamentablemente, es seguida por muchos cristianos católicos que buscan llenar esos vacíos de plenitud en Dios, a nombre de pretender llevar una espiritualidad sin religiosidad ni mucho menos con la vivencia de los Mandamientos, “al fin y al cabo cada quien puede creer en lo que quiera, ¿o no?”, me dirán algunos. A tal comentario respondo que no. Como católicos no podemos creer en lo que queramos, sino únicamente en aquellas verdades conocidas como dogmas de Fe, establecidas por Dios a través de la Iglesia a lo largo de dos milenios de Cristianismo: basadas en la Escritura, la Tradición Apostólica y el Magisterio eclesial.

No faltan católicos que se dejan llevar por éste y otros engaños, ajenos totalmente a la fe.

La fe, la creencia y la conciencia

No faltará quien objete lo siguiente: “Tengo libertad de conciencia”. La respuesta sigue siendo no, porque la conciencia no está sujeta a debate por el hecho que es a través de la misma por la que Dios nos habla señalando lo que para nuestro bien, purificación y santificación debemos creer y obedecer.

“Tal concepto de la libertad de conciencia es de origen masónico. La conciencia no es fuente de la moral, sino un testigo de la presencia de la ley moral grabada por Dios en la naturaleza humana. Ella no determina lo que está bien o mal. Eso es patrimonio de Dios. El oficio de la conciencia es decirle a la persona cuando no está obrando de acuerdo con los mandamientos de la ley de Dios” (Romanos 2,14-16) (Cfr. José Luis Pivel [2002]. Nueva Era: ¿Religión del Anticristo?, tercera edición: Editorial San Gabriel).

La cuestión de fondo es que no todo lo que se presenta con el título de espiritual es religioso, ni todo esto compatible con la fe y la enseñanza de la misma, mucho menos debe ser aceptado a la primera sin discernimiento y sentido común, por más frases bonitas con las cuales aparezcan en redes sociales, programas de televisión, radio y cuanto medio masivo se nos ocurra.

El “Amén” de la Biblia vs el “Amén” de la Nueva Era

Hoy mucha gente a todo o casi todo le dice “Amén”, como si se tratara de una simple fórmula para conseguir mágicamente aquello que se desea. El Pueblo de Dios, ya desde sus orígenes más remotos, sabía que la palabra “Amén” significa “Así sea”, pero también lo entendía como una manera de vivir ateniéndose irrestrictamente a lo dicho y mandado por Dios por el simple hecho de estar de acuerdo con Él; dicho de otro modo, es una profesión de fe.

La palabra “Amén” la encontramos por primera vez en el primer libro de las Crónicas: “Alaben al Señor porque es bueno. Porque es eterna su misericordia. Digan: ‘Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y júntanos de entre las naciones, a fin de celebrar tu nombre santo y tener nuestra gloria en alabarte. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre’. Que todo el pueblo diga: ‘Amén. Aleluya’. Todo el pueblo contestó ‘Amén’ y alabó a Yahvé” (1Cron 16,34-36).

Muy bonito, pero ya sabemos quién está detrás y definitivamente no es Dios.

Así que, ya sabiendo que la palabra “Amén” se trata de una profesión de fe al Dios verdadero y no a recetas fáciles y milagrosas que aparecen en internet, la próxima vez que les pidan en redes sociales decir esto y poner el respectivo “Like”, pueden simple y llanamente responder: “No, gracias. Sé bien en Quien he puesto mi confianza” (Cfr. 2Tim 1,12a).

“No vine para abolir, sino para cumplir. Les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, ni una ‘i’ ni una coma de la ley dejará de realizarse. Por tanto, quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a hacerlo será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero quien lo cumpla y lo enseñe será considerado grande en el reino de los cielos”. (Mt 5,17-20).

La luz de Jesús vs la luz de la…

El cirio pascual simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, “Luz del Mundo”, ilumina la vida de los hombres con su Resurrección.

¡Cristo ha resucitado! Éste es el mensaje siempre actual y vigente de la Historia de la Salvación.

En tu Luz vemos la luz (Salmo 36,9): la Iglesia en la Vigilia Pascual proclama a toda voz que las tinieblas han sido vencidas. El inicio de la Vigilia habla del paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día. Las tinieblas simbolizan el pecado y la muerte; la luz simboliza a Cristo Resucitado. El cirio pascual simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, “Luz del Mundo”, ilumina la vida de los hombres con su Resurrección. Somos el Nuevo Pueblo de Dios, nacido de la Pascua; peregrinos seguimos a Cristo resucitado, nuestro Camino, a través de esta vida hacia la Patria Celestial.

El símbolo de la luz del cirio cede el lugar a la realidad de Cristo, Luz del mundo, presente en su Palabra, proclamada en esa noche. San Pablo anuncia a la nueva Iglesia que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más.

En esa noche se comprende más que nunca el por qué los primeros cristianos llamaron Eucaristía a la Cena del Señor.

La luz artificial e incandescente de la Nueva Era

Ésta se presenta a sí misma como la única y definitiva luz, rebajando a Cristo a segundo plano ya que -de acuerdo con sus postulados- sólo ha traído rayos tenues a la humanidad, los que ya han caducado; por lo que preparan el camino a Maitreya como el mesías definitivo. Maitreya ha afirmado: “una nueva energía impregna ahora el planeta, se trata del equilibrio entre las corrientes positiva y negativa que fusionados generan la luz divina”, y sus seguidores creen, afirman y enseñan que representa la armonía entre el orden y el caos, el equilibrio entre el bien y el mal, lo masculino y lo femenino, que cada uno lleva dentro de sí: “la presencia divina” (puede ser cualquiera) que habita en cada quien: la adoración del hombre como tal.

Los nuevaerianos creen en la reencarnación, confían su vida y destino a la influencia de los astros y se dejan llevar por lo oculto y misterioso.

En una conferencia en Londres el 21 de abril de 1990, se volvió a proclamar la llegada de Maitreya cuando éste reunió a 200 líderes mundiales de los campos de gobierno, negocio, ciencia, religión y periodismo, en el marco de una conferencia mundial.

El 12 de diciembre de 2008 Benjamin Creme, su “portavoz”, anunció que una estrella grande y brillante, visible durante la noche y el día en todo el mundo, aparecería para anunciar la primera entrevista de Maitreya.

En enero de 2009, informes de la vista de una estrella extraordinariamente grande se reportaron. La Sagrada Escritura dice a Satanás: “¡Como rayo caíste del cielo, lucero del amanecer!, fuiste derribado por el suelo, tú que vencías a las naciones” (Isaías 14,12).

En los cursos de metafísica, control mental, cursos de milagros, etc., se habla del “yo soy” con términos y lenguaje psicológico, cosa que es puro esoterismo disfrazado.

Se enseña a invocar a los ángeles como seres de luz cuando en realidad se invoca a ángeles caídos. Los apóstoles preguntaron a Jesús sobre el demonio, y Él respondió: “Yo estaba viendo desde el principio del mundo a satanás caer del cielo a manera de rayo” (Lucas 10,18).

“Envía tu luz y tu verdad: que ellas me escolten y me conduzcan a tu monte santo, hasta llegar a tu morada. Me acercaré al altar de Dios, al Dios, gozo de mi vida”. (Salmo 43,3-4)

Para tener en cuenta

Todos podemos caer si no cuidamos nuestra fe; de hecho, muchos están creyendo en los engaños de la Nueva Era, pero basta identificar su error básico: convertir al hombre en dios. No somos dioses, sólo hay un único Dios verdadero. Pero su llamado a nosotros es particularmente exigente cuando indica la santidad a semejanza de Dios mismo: “Sed santos porque, Yo, Yahvé vuestro Dios soy Santo” (Lev. 19,2). Esto sólo lo lograremos con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo: por la gracia, la fe, la humildad, pero nunca a la manera de la Nueva Era. Todo lo que somos o tenemos nos viene de Dios nuestro Padre y Creador, del único Mesías que es Jesucristo, y del Espíritu Santo, el único Paráclito.

El Beato Cardenal John Henrich Newman, convertido del anglicanismo al catolicismo, compuso una bella oración conocida como “Oración para irradiar a Cristo”, y en una de sus estrofas dice lo siguiente: “Mi luz toda de Ti vendrá Jesús, ni el más leve rayo será mío; serás Tú, Señor, el que iluminarás a otros por mi medio”.

Y va de nuevo el yoga

David Spangler, promotor de la Nueva Era, dijo sobre el yoga: “Se trata de un egocentrismo y narcicismo personal”. Esto lo enseñan a los niños. Y no, definitivamente tampoco hay ‘yoga cristiano’.

La necesidad me ha hecho escribir nuevamente sobre esta cuestión.

Un centro escolar privado hizo la invitación para un evento denominado “¡Yoga en Red!”, cuyo eslogan era: “Una práctica, mismo día, misma hora, muchas ciudades, ¡TODOS SOMOS UNO!”. Me enteré de ello porque una madre de familia de firme fe católica, cuyos hijos estudian en esa institución, me llamó para exponerme su preocupación, así como el buscar una posible solución ante dicha problemática. En tal centro escolar privado se imparte educación laica, pero a la vez enseñanza católica, porque se prepara a los estudiantes para la recepción de sacramentos como la Eucaristía y la Confirmación, de ahí la extrañeza del caso.

Aunque una vez más no falte quien diga que veo enemigos donde no los hay, pero sí los hay y muchos, quiero decir que al yoga equivocadamente se le ha tomado sólo como deporte, gimnasia o hasta como terapia corporal, meditativa y de respiración, con el fin de reducir los niveles de estrés y ansiedad, logrando con ello la realización por medio de “la armonización de la persona con su ser y su entorno”.

Una ‘disciplina’ fascinante

La fascinación creciente por el yoga radica en esto: es una disciplina y espiritualidad fácil, libre de compromisos religiosos, basada en la satisfacción del ‘Yo’, anulando el ‘Nosotros’, que es fruto de la caridad cristiana enseñada, alimentada y acrecentada por medio de la oración, la penitencia y el ayuno.

En mucha de la publicidad con la que se anuncian los cursos de yoga pueden leerse frases como las siguientes: “Un camino hacia la realización interna…”, “No mires hacia lo que te causa sufrimiento. Observa lo que te hace sentir bien y haz lo que te haga vivir mejor”. Tales frases son más llamativas cuando se les ilustra con una persona atractiva físicamente realizando la postura de la ‘flor de loto’ o la del ‘árbol de pie’.

¿Bonito, no? Pero raramente se le habla a la gente que esta disciplina de origen oriental trata de la liberación del alma a través del ciclo de la reencarnación, lo que a kilómetros es incompatible con la fe cristiana en la Resurrección, que es de una sola vez y para siempre ya sea para la salvación o para la condenación eterna.

¿Cuál es, pues, el problema?

Según la creencia de la reencarnación, para que ésta libere de manera definitiva (samsara) a una persona que se somete al yoga, a la meditación trascendental y demás disciplinas afines que en la mayoría de los casos son parafernalias (igual son dañinas y desastrosas), deben de sucederse en la misma persona 167 reencarnaciones o ‘transmigraciones’ de manera consecutiva por medio de la causa y efecto (karma). Si lo ponemos en años humanos, esto significa que -de ser cierto- una persona que en promedio viva 70 años le tomará 11,690 (once mil seiscientos noventa) años -reencarnando continuamente- para alcanzar la perfección y liberarse de una vez por todas de los sufrimientos de la vida terrena. Ridículo.

No se nota su efecto nocivo para el espíritu de la persona porque ésta siente efectos benéficos inmediatos en su organismo, los que pueden conseguirse con cualquier otro ejercicio corporal, teniendo buenos hábitos alimenticios y de costumbres, etc. Pero las experiencias ‘benéficas’ del yoga son aparentes: poco a poco y sin que la misma persona lo advierta, van seduciéndola de acuerdo al nivel en que se encuentre y le invita a penetrar en su enseñanza. Los hindúes y budistas saben que estos ejercicios corporales son inseparables del proceso mental, pues conducen a otro tipo de ejercicios sobre el conocimiento de sí mismos, sobre técnicas del dominio del espíritu y del alma, hasta que finalmente lleva a aceptar las creencias paganas y anticristianas de tales religiones naturales.

Levitaciones y pérdida de la conciencia

He recibido testimonios de personas que han visto a otras que practican yoga levitar varios centímetros o metros del suelo, en una especie de trance hipnótico que nada tiene que ver con los arrobamientos místicos de Santa Catalina de Siena o San Juan de la Cruz, por citar a algunos cuya santidad, amor y unión con Dios les ganaba del Cielo este don que sobrepasa las leyes de la física y la naturaleza.

Entiéndase: el yoga se trata de una autosatisfacción personal y egoísta basada en el propio mérito y esfuerzo. Puede además atraer a espíritus inmundos mediante la opresión, la obsesión, la infestación y hasta la posesión diabólicas: “Los paganos ofrecen algo en sacrificio, se lo ofrecen a los demonios, y no a Dios”. (1Co 10,20).